Recuerdo que a los 5 años me daba miedo jugar con los niños pues los veía como unos salvajes que gritaban y hacían empujones. Ya desde pequeño tenía miedos, vergüenzas, y timidez. Durante mi adolescencia tenía fama de buen estudiante, disciplinado y muy deportista, pero en el fondo me sentía un patito feo. Recuerdo comprarme un libro sobre 'cómo vencer super timidez' por qué me ponía rojo muy fácilmente (sobre todo al intentar hablar con chicas que me gustaban). Recuerdo ir de colonias con 17 años y terminé durmiendo con dos chicos que nadie quería (uno tenía un defecto en las piernas y era calvo y el otro era un chico que olía). Por un lado me sentía mal de que nadie quisiera dormir con ellos, y por otro lado, supongo que la 'mayoría' también veían rarito alguien que prefería 'Mozart' antes que 'los Pets', 'hacer judo y karate' antes de que ir a la discoteca a desfasarse, o hacer una hora de gimnasia a las 6 de la mañana antes que dormir.

Era en diciembre de 1992, durante el primer semestre de carrera de empresariales en ESADE cuando experimenté por primera vez el estrés. El motivo: no sólo suspendí por primera vez en mi vida, sino que me suspendieron todas las asignaturas menos una. Pero lo peor era que no entendía por qué me habían suspendido, pues salía de los exámenes creyendo que me habían ido 'bien'. Me estresaba el hecho de que no sabía cómo debía estudiar, y me aterraba la idea de que si no aprobaba, me quedarían para Septiembre, y si en Septiembre no las aprobaba todas, las normas decían que no podría continuar con la carrera (me podían hacer fuera de la carrera). Recuerdo aquel invierno como algo muy duro, hasta que un día, unos pocos meses después, pasó algo que cambió mi vida...

Tuve un "sueño" en que un hombre me hablaba sin mover los labios y me contaba muchas cosas de mí y de la vida (mientras sentía un amor que no podía soportar en mi cuerpo de tan intenso que era). Cuando desperté no recordaba nada de lo que me había contado aquel hombre, pero algo había cambiado dentro de mí aunque no fue hasta después de algunos días que me di cuenta. Fue mientras iba caminando por un callejón de St. Cugat (donde vivía) y pasé por delante un centro de yoga. Me quedé parado observando aquel escaparate con una estatua de un elefante bailarín, unos pañuelos de seda de colores, unos símbolos extraños. Como no entendía qué demonios era eso del yoga decidí entrar a preguntar. Resulta que en ese momento estaba el profesor disponible (Carles Claramunt) y me acompañó a la sala de trabajo, puso un estilo de música tranquila que no sabía clasificar, encendió una vela y un incienso, y estuvimos hablando unos minutos. Recuerdo una frase que me dijo y que revolucionó mi vida. Carlos me dijo:

Sergi, piensa que los animales más inteligentes son aquellos que respiran más despacio.

Aquella frase me tocó por dentro. Con el estrés que tenía y el miedo a que me echaran de la carrera, pensé que necesitaba mejorar mi inteligencia. Así que empecé a tomar conciencia de mi respiración, y empecé también a trabajar con mucha disciplina mi mente. Y esto poco a poco me llevó a descubrir y trabajar otros temas, como la energía...

Saqué la carrera de ESADE sin ningún problema, y si hubieras estado a mi lado durante aquellos años me hubiera visto leyendo más libros sobre temas de crecimiento personal y espiritualidad que libros propios de la carrera de empresariales. Por eso decidí hacer una tesina de final de carrera llamada 'ManageZen: un estilo alternativo de Management', donde explicaba que el mejores managers se guían más por la intuición que por el análisis y la lógica.
Fueron 10 años intensos de búsqueda de mí mismo que culminó en 2003 con un viaje a la India. Toda esta etapa servirme para darme cuenta que la vida había mucho más que lo que ven nuestros ojos y nos cuentan en la escuela; que la búsqueda de la 'iluminación' es una trampa del ego; y que mi personalidad tenía muchas heridas que sanar y una autoestima muy baja.

Durante los siguientes años pasé de una vida de 'búsqueda interior' a una vida de aceptación de mi realidad humana, y de sanar viejas heridas emocionales (especialmente la relación con el padre y la madre y la relación con mi 'niño interior'). Conseguí estabilizarme en un trabajo, encontré pareja (con quien tendría 2 hijos), viví tocando más con los pies en el suelo y fui ganando en autoestima y confianza.

Pero llegar a esta estabilidad y equilibrio no fue tampoco un camino fácil. Era en 2007, y desde el punto de vista 'social' mi vida era correcta. Trabajaba en una empresa privada de prestigio. Pero sentía un vacío enorme en mi vida. Iba a trabajar con el cuerpo, pero no con la mente ni con el alma. Sentía vacío todo a mi alrededor. Las conversaciones con los compañeros de trabajo eran superficiales. Me sentía solo y desaprovechado. Y en mi situación, no sé qué habrías hecho tú, pero me sentía tan 'perdido' que decidí rezar durante 30 días en busca de mi vocación.

Recuerdo incluso alguna vez cerrado dentro del lavabo del trabajo, cuando la desesperación y el dolor era casi insoportable, busqué en mi alma o ser más profundo la respuesta:

Dios dentro de mi, por favor enséñame qué he venido a aprender. Si es aquí donde quieres que esté, por favor, muéstrame el aprendizaje. Quiero pasar este capítulo, y sé que no podré pasar de página hasta que no haya aprendido la lección.

Y poco a poco, fui comprendiendo cuál era mi aprendizaje en ese trabajo. Comprendí que me había dejado deslumbrar por el 'poder', por la apariencia de poder. En aquella empresa todos parecían aspirar a escalar 'hacia arriba, buscando reconocimiento externo y' poder 'jerárquico. Y yo también había 'caído' en aquella trampa del ego, ambicionando secretamente 'ser alguien' con más 'poder' que el resto de compañeros.

Una vez me di cuenta del 'juego' que estaba jugando inconscientemente, las cosas empezaron a cambiar. Incluso cambié de trabajo al cabo de 4 meses. Pero lo más importante pasó antes de que cambiara de trabajo y es que un buen día (habían pasado 2 o 3 meses desde que terminé ese periodo de rezar), oí una palabra en mi oreja derecha. No había nadie a mi alrededor. Apareció simplemente en mi cabeza. La cuestión es que la palabra para mí era nueva y me atraía...

La palabra que escuché en mi interior era 'coaching'. Fui a internet y encontré el teléfono de una asociación española de coaching. Llamé y hablé con dos coaches, que me intentaron explicar qué era el coaching pero realmente no les comprendí. Así que decidí apuntarme a un curso de coaching. Y sentí la necesidad de pagar íntegramente todo el curso (formado por 6 módulos) mientras que lo más sensato hubiera sido pagar sólo el primer módulo.

Fue durante el segundo día del curso de coaching que tuve una experiencia que volvería a marcar mi vida. Haciendo una práctica de coaching con otro alumno, me hizo una pregunta y en ese momento vi la cara de mi compañero transformarse en la cara de alguien conocido (era YO pero un "otro" yo más sabio, no era el yo que veo en el espejo cada mañana, pero era YO). Era como un Maestro. En ese momento comprendí qué era el coaching: era una forma de hacerte ver tu potencial interior, una manera de hacerte sintonizar con tu Sabiduría interior. Salí de aquella clase con una sensación de haber descubierto algo muy importante. Y mientras conducía para volver a casa, tuve un "flash" también importante: me di cuenta que el "coaching" era la respuesta a mis oraciones de unos meses anteriores.