Mi recomendación es que averigües primero si tu cliente es de aquellos que al hablar tanto les sirve para aclarar sus ideas. Mira si tu cliente aprende o descubre cosas nuevas mientras habla. O mira si tu cliente se repite una y otra vez historias que ya conoce (al estilo disco rallado).
Si está aprendiendo y descubriendo, anímale a hablar y a descubrir más. Pregúntale por ejemplo:
- Y porqué es importante todo esto para ti?
- Y cómo encaja todo esto con tu Vida? Y con tu objetivo a medio plazo?
- Y qué más?
- Y qué dice de ti como persona?
Pero si es más bien un tipo “disco rallado”, te sugiero que antes de “rallarte” (y con un tono de voz neutro – es decir, no cargado de rabia o impaciencia), le digas:
- Tenemos dos orejas y una boca. Sabes por qué?
- Tengo la sensación que estás monopolizando nuestra conversación. Te ocurre con otras personas?
- Cuánto de tu tiempo empleas tratando de impresionar a los demás?
- Avísame cuando estés listo para tener una conversación constructiva entre los dos
- Eres consciente que has gastado los 10 últimos minutos explicándome algo que tu ya sabes? Es así como quieres emplear tu tiempo conmigo?
- Qué quieres que haga mientras compartes toda esta información conmigo?
- Te interesa verlo desde otra perspectiva?
- Con algunos clientes, les gusta escuchar otras perspectivas radicalmente diferentes a la que ellos tienen. Te gustaría que no lo hiciera contigo?
Muchas veces el cliente no sabe como pedir ayuda a su propio coach, y por eso se lanzan a hablar sin parar. Al final se trata de que el cliente saque valor de su sesión contigo y que tu (el coach) no te desgastes innecesariamente.